Mi gurú de pies de agua se fascina con las piedras. Aunque se maravilla con la autonomía del reino vegetal, el único que se basta con el sol, el agua y los minerales de la tierra, sin depender de ninguna otra especie para sobrevivir, ella ve en las piedras la concentración de la memoria eterna, la historia de la Tierra y el Universo.
Mi admirado veinteañero Mr. Trivial defiende airado la superioridad del ser humano por encima de cualquier otra especie. Por su capacidad de construir y destruir, argumenta.
Mientras, los jóvenes de biografías perversas gritan desde el interior de sus jaulas ¡¡¡Soy el puto amo!!!
Puestos a construir jerarquías, me pregunto con qué variables debemos medir la superioridad, ¿es la autonomía la medida o debe serlo la capacidad de modificar el entorno?, ¿por qué no valorar la habilidad de adaptarse a la naturaleza causando en ella las mínimas repercusiones? Ya puesto, sigo cuestionándome si el mérito está en la mera superviviencia o en la calidad de la existencia ¿Quién es más feliz, el humano o la hormiga, el perro o su amo?
¿y por qué pensar en la superioridad de las especies? ¿Por que no podemos sentir que todo el universo es tan importante y vital como nosotros? Que nosotros verbalicemos lo que pensamos no quiere decir que las demás especies no lo hagan o no que tengan la capacidad de ser feliz.