Cuatro décadas clandestino, oculto en calles oscuras y fiestas a puerta cerrada. Carreras huyendo de los grises cuando lo sorprendían bromeando con la cara cubierta y purpurinas. Más de una noche en comisaría, burlas y bofetones.
Muerto el perro se atrevió a asomarse. Bajó por las cuestas de La Isleta, en forma de cabalgata, en carrozas de autoconstrucción comunitaria, murgas, comparsas… y mascaritas a miles, llenando de guasa y crítica la ciudad entera, la isla.
Los vendedores de humo (música tétrica) no tardaron en percatarse y comenzaron a mirarlo con pervertida avaricia, estudiando cómo someterlo, ponerlo a su servicio, al de intereses particulares. No tardaron en secuestrarlo, con toda la maquinaria bajo su control: subvenciones que generan dependencias, recortan espontaneidad, condicionando formas y contenidos, negociando permisos, inclusiones o no en programaciones…

Cuando vino a darse cuenta, había sido abducido. Le dejaron el argot pero le vaciaron la esencia, dejó de ser un encuentro de la gente para la gente. En un plisplás quedó convertido en spot publicitario.Todo se convirtió en plató televisivo desde donde intentar vender la ciudad, la isla, el archipiélago. El público asistente, reducido a extras de un guión de cartón piedra hecho a medida para atraer a televidentes desde millones de kilómetros de distancia.
Para ponerlo al servicio de la industria privada, de la gentrificación, de la sobrecarga turística, del agotamiento de recursos, del exceso de residuos… Para eso sí resolvían cada año todo tipo de problemas logísticos. El único que jamás resolvieron fue precisamente el de los mogollones, el espacio de encuentro entre máscaras… Lo repartieron por la ciudad -divide y vencerás- matando la esencia de encuentro multitudinario, multicolor… Lo redujeron a conciertos, como quien promociona un festival…
Sin olvidar la renuncia a la creatividad de las carrozas, sustituidas por bares sobre ruedas donde la gente se emborracha con disfraces pret a porter.Llegados a este punto, habrá que volver a correr las calles a oscuras, huir de focos y carteleras. Que dejen de usar nuestro divertimento en nuestra contra. Será…
PD.
Al concierto millonario acudieron -según la prensa- unas 70.000 personas. Podrían haber pagado 15€ cada una y dedicar las arcas municipales a cuestiones menos dolosas.
