Te esperaré en el penúltimo infierno
bajaremos juntos los últimos escalones
Antes de ser pasto del fuego
reviviremos aquellas tardes alcohólicas e incrédulas
de domingos invernales
combatiendo la humedad con la timidez de un sol brumoso
hasta acabar intercambiando piernas bajo sábanas descoloridas
Me miraré en tu espejo
y no reconoceré a este niño viejo
Refrescaremos los pocos recuerdos que no hayamos vendido
Esos momentos en que vencimos la rutina
cuando no fuimos lo que se esperaba de nosotros
las pocas ocasiones en las que encontramos la rendija y nos atrevimos
Todo lo demás, tiempo perdido
Los pasos que nos dictaron
nunca fueron nuestros
No se trataba de dejar huellas
tampoco de abrir caminos
Tremenda osadía
Solo era cuestión de ser
o dejarse arrastrar
Maldito dilema
En la penúltima, te espero.
La culpa fue del calendario (1)
Veo un hombre de cincuenta años ante un espejo, su vestimenta llena de etiquetas. Veo un niño con tenis naranja reflejado al otro lado, de ojos brillantes y expresivos, ropa usada, manchada de correr barrancos y aventuras. Veo una persona que usa «rendijas» para huir… Veo un hombre que no sabe sobre lo inmensamente grande y poderoso que es. Y no estoy hablando de superhéroes… sino de ti. Un abrazo. Precioso texto.