rota

CLAUDIA 1

Claudia Hass

Ya no sabía si era una virtud o un defecto. En más de una ocasión le había salvado la vida o, al menos, le servía para ahorrarse situaciones desagradables, incómodas. Claro que, tampoco se paró nunca a valorar cómo se sentían los demás cada vez que lo hacía.

Irse por las ramas siempre fue su estrategia preferida. Ese empeño en evitar la realidad, en no mirarla a la cara. Como si las situaciones fueran demasiado complicadas, que lo son, y necesitara tomarse un tiempo para pensarlas, detectar las variables y sopesarlas una a una.

Otras veces simplemente huía. Sin teorizar. Se aburría de la complejidad, de la monotonía de los conflictos, siempre los mismos, repetitivos, incansables, agotadores.

Era uno de esos tics que adquirimos desde pequeños y, a fuerza de resultados satisfactorios, los interiorizamos de tal modo que dejamos de ser conscientes de qué y cómo actuamos. Ni para qué.

Y cuando ya nadie creía que se le iba a quitar la jodida costumbre, ¡zas!, se le rompe la rama. Sí, la verdad, a todos nos dio pena. Por muy hartos que estuviéramos de que jamás contestara de forma clara y contundente, que siempre diera mil vueltas o cambiara de tema y corriera a sus rincones habituales, aquel fue un momento complicado. A nadie le agradó ver que se quedaba en blanco, sin argumentos, y que, por fin, no le quedaba más remedio que saltar y confiar en el poder de sus propias alas, con las que, esta vez sí, se largó volando para siempre.

Acabamos echándolo de menos. Al pájaro y a la rama. Quedaba tan bonita. Sobre todo cuando florecía.

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