cambio de caracola

 
Cambiar de caracola tiene mucho de renovación, también de desorientación y salto al vacío.
Se tarda un tiempo en descubrir qué personaje duerme al otro lado de la pared, ésa sobre la que ahora reposa el cabezal de mi cama; en saber a quién molestan mis pisadas, de dónde vienen los ruidos o a qué volumen puedo escuchar la música y seguir pasando desapercibido.
Por ahora, sólo unos saludos a desconocidos mientras invado el pasillo y bloqueo el ascensor con mis pertenencias, con buena parte de mi intimidad aireándose por las ranuras de cajas y bolsos. Fragmentos de mi biografía que miran de reojo esos extraños que suben y bajan, como queriendo escudriñar el imaginario del nuevo habitante del gran caparazón que  ahora compartimos.