Sentada en el borde de la cama contempla el sueño de su compañera y guarda silencio. Un silencio inquieto, como si esperara la concurrencia de una cascada de milagros. Anhela un despertar renovador, un abrir de ojos metamorfósico, del que vuelva reencarnada en la que fue, en aquella con la que compartió la vida hace años.
La imagina levantarse rebosando ilusiones y sonrisas, derrochando afecto, con energía, ideas, ganas de cuestionarla y cuestionarse, de inventar y construirse.
Sentada en el borde de la cama, sueña que despertará la persona que inventó para ella; la que al dormirse sabía que no era; la que, se resistía a admitir, nunca fue.