encadenamientos

Trabajas de autónomo para la Administración Pública. Una suerte, en los tiempos que corren. Presupuestaste antes de la subida del IRPF de los Mariano y Montoro, así que acabaste trabajando por un 6% menos de lo que tenías previsto. Cosas que pasan. La Administración se retrasa en el pago. Habitual. Y eso provoca que tú no puedas hacer frente a los pagos a la Administración: Seguridad Social y esas cosas. Tu Administración deudora seguirá debiéndote la misma cantidad hasta que por fin la cobres. Ni un céntimo más. Tu Administración acreedora, en cambio, te cargará un 20% desde el minuto uno de tu retraso. Y así progresivamente hasta el infinito y más allá. ¿Qué le importa al Estado si no le pagas porque el Estado no te paga? Cuando, de repente, un día cobras, vas y saldas tus deudas con todos los sobrecargos correspondientes. Ahora bien, como la burocracia es laberíntica, seguramente no bastará con haber pagado, pues la reclamación de tu impago ya camina sola… Resumiendo, que un buen día te llega una carta comunicándote que les debes lo que ya has pagado. No, peor, lo que ya has pagado y más, con sus debidos sobrecargos. Después de unas horas de mal rollo y perder algo de sueño rumiando “¿qué querrán ahora éstos?”, vas y pierdes una mañana para ir a demostrarles que se equivocan. El asunto parece haber acabado, pero no, ahora te equivocas tú, porque un buen día te encuentras que tienes tu cuenta corriente embargada, que te han pillado el dinero que te quedaba para seguir sobreviviendo y ya sospechas que, de nuevo, se trata de un pago que ya hiciste pero que no se enteran. Otra noche ronroneando, pero esta vez la frase completa: “¿qué querrán ahora estos cabrones?” Total que, con el mismo documento de hace meses, vuelves a perder otra mañana en demostrarles que ya has pagado hace no se sabe cuanto. El funcionario, amargado por sus recortes salariales, te dice con cara de yo no fui que los laberintos de la Administración son insondables y que tampoco se explica que no te hayan comunicado previamente lo del embargo pues, a estas fechas, ya no te pueden devolver de inmediato el dinero sustraído, que volverá a tu cuenta, sí, “de oficio”, dice, pasado un mes y medio, como poco. Deshecho el entuerto por segunda vez, sales a la calle, te cruzas con un amigo, te mira y te pregunta “¿por qué llevas esa cara de gilipollas?” «Es que lo somos», respondes. Convendrán conmigo en que lo somos.

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