Tengo emociones para las que no me alcanza la verborrea, mi vocabulario se demuestra incapaz de describirlas.
Tengo teorías para justificar todas las decisiones. También, juegos, proyectos, tics, aficiones y paisajes que me distraen de los abismos. De todos no, de unos cuantos.
Tengo miedos que nunca aprendí a driblar. Y dudas incrustadas en las vísceras, a las que mi maltrecha columna, cada vez más inflexible, no me permite mirar cara a cara.
Tengo encrucijadas múltiples que se ramifican a cada paso, en una progresión infinita. Quizás las matemáticas puedan calcular la cantidad exacta de opciones, combinaciones… Pero nada me da pistas de sus destinos.
Tengo, tengo, tengo… lo que tenía que tener para estar vivo.