Al pasar junto a un supermercado, dos guardias civiles reprenden a un hombre por pedir dinero. «Si estás aquí, en la misma puerta, intimidas a los clientes y acaban por no comprar. Por tu culpa, no compran», le reprocha un agente.
Instintivamente giré la cabeza en busca del que podría ser el culpable de la crisis económica mundial. Lo que vi fue un hombre, desaliñado, sujetando un cartón con los argumentos de su pobreza.