Los coches pasan veloces por la autopista y sus ocupantes no miran. No tienen tiempo de observar.
Los coches pasan veloces por la autopista y sus radios se llenan las bocas de Constitución para justificar monarquías y pisotear referendos. La misma Constitución que escupen a pedazos, artículo a artículo, derecho a derecho… al trabajo, a la vivienda, a la sanidad, a la educación… A una vida digna.
Los coches pasan veloces por la autopista y las vallas publicitarias distraen de lo que crece a sus pies. Sus eslóganes resultan, más que nunca, insultantes:
“Los niños crecen. Los valores también”, “Tú decides”, “Es un placer”, “Se puede ser feliz siendo diferentes”, “Hogar, dulce hogar”.
Reclamos al consumo entre la miseria. El consumismo tiene los pies de barro, hunde sus raíces en la pobreza de buena parte de la población. El descaro de esto que llaman posmodernidad. Puro capitalismo sangriento.