¿Recuerdas el beso que no nos dimos?
¿Aquel que quedó atrapado entre nuestros orgullos, encriptado en el silencio ruidoso de nuestros egos?
¿El abrazo que pudo ser y no fue, el que nos asomaba reprimido en las miradas de despedida, con los brazos inmóviles y la sonrisa rota?
Ese calor que no sentimos
que dejamos evaporar
circulará por otras brisas
otros brazos
o acabará dejándose llover en algún páramo
haciendo charco
para cualquier sapo.