De repente te haces mayor
las arrugas recorren tu risa
tus manos se tornan ásperas
la vista, borrosa
las responsabilidades, eternas
Los coches pasan veloces por la autopista y sus ocupantes no miran. No tienen tiempo de observar.
Los coches pasan veloces por la autopista y sus radios se llenan las bocas de Constitución para justificar monarquías y pisotear referendos. La misma Constitución que escupen a pedazos, artículo a artículo, derecho a derecho… al trabajo, a la vivienda, a la sanidad, a la educación… A una vida digna.
Los coches pasan veloces por la autopista y las vallas publicitarias distraen de lo que crece a sus pies. Sus eslóganes resultan, más que nunca, insultantes:
“Los niños crecen. Los valores también”, “Tú decides”, “Es un placer”, “Se puede ser feliz siendo diferentes”, “Hogar, dulce hogar”.
Reclamos al consumo entre la miseria. El consumismo tiene los pies de barro, hunde sus raíces en la pobreza de buena parte de la población. El descaro de esto que llaman posmodernidad. Puro capitalismo sangriento.
Un sinfín de significados desahuciados de sus palabras se movilizan y constituyen el Frente Semántico Amplio. Reclaman los sonidos de los que fueron expropiados, con el único fin de reurbanizar con ruidos los discursos.
Denuncian el impacto intelectual, la desertización del pensamiento, convertido en áridas onomatopeyas, en ecos sin contenido, retumbando huecos en bocas mitineras y tertulianas, voceras de multinacionales y banqueros.
El ‘efecto primavera’. ¿No lo notan? Está ahí, en el aire. En las miradas de la gente. En las palabras que ahora sí decimos, en los silencios espesos. En los bucles infinitos, en los enroques y trincheras. Supuran heridas viejas, acalladas desde el último otoño. Todo brota. No solo pétalos y alergias. La vida sigue.
Las cucarachas avanzan
acera arriba
anunciando el verano
Pronto los mosquitos revolotearán
las madrugadas de tu cuarto
intimidantes
Te sentirás indefensa
en tu acalorada desnudez
A las horas de las comidas llegarán
puntuales
todas las moscas
de colores repugnantes
frotando sus patas sobre tu almuerzo
Huirás
desearás correr
Los montes estarán ardiendo
inhabitables
Las playas
repletas de kinkis, bugueros, tatuados y ruido
mucho ruido
Desearás construir un paraíso
un silencioso y fresco zulo
donde asfixiarte en la intimidad.
La culpa fue de Bukowski (1).
Que nadie se confunda, no es más que un juego, amo el verano.
No sé si construir un barco o dejar que llegue la ola precisa,
la que me arrastre a mi destino.
Si sé lo que quiero y lo que no,
si tengo buena parte de los ingredientes,
de las herramientas…
Quizás deba ponerme manos a la obra
garabatear los sueños
diseñar la nave
echar por la borda los escombros
y colorear mis mapas.
Más tarde o más temprano
deberé levar anclas,
antes de que oleajes ajenos me alejen de mi tierra prometida.
(((Después de escribir esto, justo la madrugada siguiente soñé que me adentraba en el mar, en una playa. El agua estaba llena de peces pequeños, muchísimos, que me hacían flotar y me arrastraban de un lado a otro hasta el pie de un acantilado donde rompían olas enormes. Intenté ponerme de pie, pero el fondo estaba cubierto de sebas -algas- altas y babosas. Justo cuando opté por nadar se me acercó un calabacín gigante, con forma de monstruo marino. Quise huir, pero iba a por mí. Cuando se me acercó demasiado, pretendí apartarlo de un manotazo, temiendo que fuera blandengue, como guisado… El estrépito del vaso de agua que cayó desde la mesa de noche me despertó sobresaltado. No sé, se me ocurre que las dos cosas podrían estar relacionadas))) .