Mis primeras salidas en pandilla fueron por la Avenida. Y hubo muchos veranos que pasaron levantándome tarde, yendo a Las Canteras hasta que se escondiera el sol, para luego, tras una comida y una ducha, volver allí con los amigos, hasta consumir el último segundo de la noche que me permitían estar fuera de casa.
Y, por supuesto, llegó el momento en que terminé por hartarme de sus límites, deseoso de traspasar sus fronteras. Claro que todo tiene su momento y ahora, que vivo lejos de ella, es lo que más echo de menos de la ciudad en la que crecí.
Hoy leo en la prensa que convocan para este domingo una concentración nudista en la CICER.
Nudista me hice lejos de allí. En una acampada juvenil en Güi Güi, donde bastaron unas miradas cómplices en medio de aquel paraje desierto para que todos nos deshiciéramos del bañador y del pudor.
Como le explicaba el otro día a un amigo de mi hijo, que con sus seis años me preguntó por qué no llevaba bañador, fue que “probé un día y descubrí que era mucho más cómodo”. Desde entonces me baño en bolas donde me lo permiten. Por eso, salvo en mis primeros años, no lo he vuelto a practicar en Las Canteras.
De todas formas, la noticia de hoy me genera ciertas contradicciones. Hace algún tiempo leía en un foro sobre el tema que las abuelas también tienen derecho a seguir paseando por la playa sin sobresaltarse. Tiene su lógica, pero tampoco me gusta la alternativa de El Confital como gueto para nudistas, por mucha minoría que seamos.
Mi padre recuerda que hace unas décadas los varones estaban obligados a bañarse en la misma playa de Las Canteras con camisilla y a llevar albornoz fuera del agua, bajo la amenaza de la persecución policial.
Poco después, todo el mundo se escandalizaba con la aparición de los primeros bikinis.
Y parece que fue ayer cuando teníamos un debate similar con la generalización del monokini (un célebre alcalde de la ciudad llegó a bromear, con muy mal gusto, con que la normativa debía de hacer distinciones atendiendo a la estética de los senos exhibidos). Primero, creo recordar, sólo se permitió en la CICER. Con el tiempo y total naturalidad, se extendió por toda la playa.
Que yo sepa, nadie tuvo que incrementar sus sesiones de terapia por estos asuntos. No veo porqué iba a ocurrir ahora.
PD.
Ahora los peperos de Telde quieren prohibir el monokini en las playas de ese municipio. Eso sí que habla de sus limitaciones, de mentes perversas que sólo ven pecados en el cuerpo humano. Y a ésos no les voy a dedicar ni una línea hoy. De ellos, precisamente, ya habla estos días Pepe en su blog.