Nudismo en Las Canteras

JLH/2008.

Me crié junto a la playa de Las Canteras. Tengo, como todos los canariones, numerosas fotografías de neonato en su paseo y en su orilla. En esa playa me inicié en muchas cosas que mejor me abstengo de enumerar aquí y ahora.

Mis primeras salidas en pandilla fueron por la Avenida. Y hubo muchos veranos que pasaron levantándome tarde, yendo a Las Canteras hasta que se escondiera el sol, para luego, tras una comida y una ducha, volver allí con los amigos, hasta consumir el último segundo de la noche que me permitían estar fuera de casa.

Y, por supuesto, llegó el momento en que terminé por hartarme de sus límites, deseoso de traspasar sus fronteras. Claro que todo tiene su momento y ahora, que vivo lejos de ella, es lo que más echo de menos de la ciudad en la que crecí.

Hoy leo en la prensa que convocan para este domingo una concentración nudista en la CICER.

Nudista me hice lejos de allí. En una acampada juvenil en Güi Güi, donde bastaron unas miradas cómplices en medio de aquel paraje desierto para que todos nos deshiciéramos del bañador y del pudor.

Como le explicaba el otro día a un amigo de mi hijo, que con sus seis años me preguntó por qué no llevaba bañador, fue que “probé un día y descubrí que era mucho más cómodo”. Desde entonces me baño en bolas donde me lo permiten. Por eso, salvo en mis primeros años, no lo he vuelto a practicar en Las Canteras.

De todas formas, la noticia de hoy me genera ciertas contradicciones. Hace algún tiempo leía en un foro sobre el tema que las abuelas también tienen derecho a seguir paseando por la playa sin sobresaltarse. Tiene su lógica, pero tampoco me gusta la alternativa de El Confital como gueto para nudistas, por mucha minoría que seamos.

Mi padre recuerda que hace unas décadas los varones estaban obligados a bañarse en la misma playa de Las Canteras con camisilla y a llevar albornoz fuera del agua, bajo la amenaza de la persecución policial.

Poco después, todo el mundo se escandalizaba con la aparición de los primeros bikinis.

Y parece que fue ayer cuando teníamos un debate similar con la generalización del monokini (un célebre alcalde de la ciudad llegó a bromear, con muy mal gusto, con que la normativa debía de hacer distinciones atendiendo a la estética de los senos exhibidos). Primero, creo recordar, sólo se permitió en la CICER. Con el tiempo y total naturalidad, se extendió por toda la playa.

Que yo sepa, nadie tuvo que incrementar sus sesiones de terapia por estos asuntos. No veo porqué iba a ocurrir ahora.

PD.
Ahora los peperos de Telde quieren prohibir el monokini en las playas de ese municipio. Eso sí que habla de sus limitaciones, de mentes perversas que sólo ven pecados en el cuerpo humano. Y a ésos no les voy a dedicar ni una línea hoy. De ellos, precisamente, ya habla estos días Pepe en su blog.

Cibermordazas

Limitan la libertad de expresión en Internet. Se inventan una ley para obligar a rectificar y multar hasta con 10.000 euros a los ciudadanos que opinen de forma indebida.
No hablo de China. Tampoco de Cuba. Es el proyecto de ley Alfano, de la europeísima Italia. ¡¡¡ Toma berlusconada !!!

Para más información, pincha aquí.

Sonriente


Lo vi este fin de semana varias veces. Aparecía y desaparecía, por casualidad. Cruzaba las calles en zigzag. Entre la multitud acalorada, de trajes planchados y rostros tensos. Su gesto feliz, sonriente, rompía el ritmo de vértigo, con sus pies descalzos y sus harapos mugrientos.

Nuevo libro de Pepe Naranjo

La objetividad no existe. Así que no me esforzaré en ocultar que Pepe es un amigo. Ni que desde el principio, como a muchos, me hipnotizó con el estilo, el ritmo y la chispa de sus escritos.

Años después, y ya han pasado muchos, centró su labor periodística y de investigación en la migración. Eso sí, sin oportunismos, con la honestidad y humanidad que le caracterizan. No en vano sus trabajos le han hecho merecedor de varios premios. Y sigue siendo el de siempre.

Ahora acaba de presentar un nuevo libro, Los invisibles de Kolda. Historias olvidadas de la inmigración clandestina, que ya debe de estar en las librerías.

En esta ocasión nos narra la historia de 160 jóvenes senegaleses, desaparecidos sin dejar rastro en medio del océano, cuando viajaban en patera rumbo a Canarias. Pepe llegó hasta Kolda, la aldea natal de las víctimas, para rescatar sus vidas de boca de sus familiares, de los organizadores de este viaje de final macabro y también escuchó a quienes los aguardaban en la otra orilla.

Aún no lo he leído, pero lo haré. Esta vez no esperaré a que la casualidad lo ponga en mis manos, como ocurrió con su libro Cayucos, que lo encontré en un puesto del Rastro de Madrid, al precio de un euro. Un honor que compartía con obras de Cervantes, Cortázar, García Márquez y otros grandes de las letras castellanas.

Para saber más de Pepe Naranjo, no dejen de visitar Los invisibles.

Entrevista en la Cadena SER

Noticias

Bochorno insufrible de tarde dominical. En esos momentos me vuelvo anacrónico y me entierro en periódicos de papel, que me ayudan a digerir el sopor entre la casi imperceptible brisa que entra por todas mis ventanas abiertas. Un ritual que siempre acaba con esa vacía sensación de «total, ¿para qué?».

Continúan, pica que te repica, esculpiendo el mito de Michael Jackson, ése más que sospechoso de pedofilia, el que se autolesionaba en busca de una estética imposible. Recuerdo los dibujos animados de los Five que vi de pequeño, lo único interesante que me queda de él. Aunque prefería los de los Glober Troter, la verdad.

Al otro lado del planeta, siguen saliendo prostitutas de Berlusconi que ahora cobran por contar sus orgías. Como si quedara alguien por enterarse de los delirios del personaje. Como si, italianos y aznarines aparte, quedara ser vivo que lo soportara. Me niego a leer la vida sexual de semejante esperpento.

Por si éramos pocos, va la iglesia hondureña y se alinea con el golpista Micheletti. Por una vez que todo el abanico internacional cierra filas en defensa de un presidente derrocado a punta de pistola.

¿Ven como tenía yo razón? Total, ¿para qué? Casi mejor me dejo vencer por el calor y me duermo sobre este pegajoso sofá. Ah, cuando consiga trabajo, recomiéndenme que instale aire acondicionado en esta casa.


personaje


Llevo días dándole vueltas a una historia para escribir: la de un tipo al que mandan al paro, que se queda petrificado, totalmente descentrado, con la vida congelada y la cabeza dando tumbos entre la hiperactividad y la neblina espesa.

Empecé a imaginar, a sentir cómo el fulano pasaba del cabreo a la flagelación, a sumergirme en sus rituales de castigo, enumerando fracasos, sintiendo su impotencia. Calculadora en mano, intenté ajustar sus cuentas, tragué saliva al afrontar sus impagos, agaché la cabeza en busca de cualquier otro trabajo…

En eso estaba cuando se me fue la vista más allá de la ventana, persiguiendo el ruido de las palmeras revolucionadas por el viento. Y las nubes oscuras del atardecer hasta me hicieron dudar del sol radiante que me sofocó durante toda la jornada.

Cuando bajé la vista a la calle, en medio, protegiéndose de la brisa, pasó mi personaje. Decenas de personajes como el que yo creí que inventaba.