Contradicciones

Tuvo que estudiar mucho para descubrir que es imposible saberlo todo.

Dedicó muchos días a descifrar cosas, situaciones y a personas complejas. Así concluyó que rara vez vale la pena lo que no fluye por sí mismo.

Comprobó que todas las ideologías y civilizaciones construyeron discursos enfrentados para dar respuesta a las mismas preguntas.

Trepar a la copa del árbol le enseñó a valorar la sombra a pie de tronco.

El agotamiento de las prisas le mostró el agradable sabor de la calma.

Por las venas de los nuevos inventos, culturas y tendencias vio correr siglos de vivencias ancestrales.

Alejarse de los hombres le permitió medir la verdadera dimensión de la estupidez humana.

Experimentó la humillación, fue entonces cuando conoció los males de la arrogancia.

Constató que la historia está repleta de muertes inútiles. Que nos enfrentamos en guerras internacionales, económicas, laborales e íntimas en defensa del mismo egoísmo.

En la escalera

Rincones mágicos, de Begoña Ortega.

Ella vivía en su bosque encantado.
Atendía a sus hijos y acudía al trabajo, pero sin salir jamás de su universo de flores, espigas y duendes.

Él quemaba décadas experimentando vidas.

Superadas más de siete, seguía con ansias de descubrir.
De continuar encontrándose.

Ella se arrinconaba en su azotea, para divisar árboles donde sólo había edificios; ríos por donde pasaban autopistas; magia y paz en el humo y las prisas.

A él le gustaba enterrar los pies en la arena, subirse a cualquier cima y tomarle la verdadera medida a la ridiculez humana, ésa que se esparce por las aceras.

Aquel amanecer, ella bajaba de la azotea cuando él subía a su montaña.
Se cruzaron en la escalera.

Galería de imágenes de Begoña Ortega (Nokwsi).

Reflexiones playeras

Como los problemas, hay olas que inevitablemente nos revuelcan.
Algunas pueden pasarse por encima, con un ligero y sinuoso vaivén.

Otras no dejan más opción que sumergirse a su paso para, en la medida de lo posible, minimizar los efectos de su ajetreo.

También están las que dan una oportunidad, las que nos permiten aprovechar su energía para deslizarnos hasta la orilla.

Hay personas a las que les encanta jugar con las olas.

Otras, en cambio, les tienen tanto miedo que sólo se bañan en la orilla.

También hay gente a la que no le gusta la playa y, como mucho, se remojan en alguna piscina.

espera

Lo bueno de la espera es que da tiempo a enfriar las primeras emociones, deja espacio a la valoración racional, a que se calmen los primeros impulsos.


Lo malo de la espera es que enfría las emociones y da cancha a los prejuicios de la razón, que se encargan de cubrir los impulsos más naturales.